Solemos decir que nos notamos estresados o cansados debido al frenético ritmo de vida que nos marca nuestro horario. Los niños, también nos damos cuenta, se contagian de este estado de constante nerviosismo e incluso ellos mismos viven estresados entre tantas exigencias académicas y actividades extraescolares. Como padres, podemos darle la vuelta a la situación reservando pequeños momentos semanales o mansuales para la relajación.
La parte más importante en una dinámica de relajación es la motivación y la ambientación. Uno no puede relajarse por completo si está en una sala llena de estímulos, con la tele encendida, ruido de coches y olores fuertes. Aunque cuesta, atenuar la ilumninación, colocar media docena de velas, poner música suave y encencer incienso ayuda a entrar en situación.
Dado el primer paso, el siguiente será acomodar al niño o a los niños. Podemos prever que se estiren sobre la alfombra, sobre esterillas de gimnasio, almohadas o la cama de matrimonio, porque de lo que se trata es de que puedan estar absolutamente cómodos. Lo más habitual será que se muestren nerviosos y que quieran jugar. No importa. Nuestra función no es la de forzarles a hacer lo que no deseen, si no ir acomodando su situación para que sean capaces de dejarse ir en una relajación completa. Si se producen risas, debemos ignorarlas, y si están tensos, podemos aprovecharlo con un juego de tensión y relajación.
Una vez se cansen de jugar, cuando estén tumbados, debemos invitarles a respirar profundamente en un ambiente de total silencio. Si les da la risa, no debemos imponerles nada sino respetar su ritmo. Entonces les diremos que están en un misterioso bosque mágico donde van a ir cambiando de forma.
Primero van a ser tortugas. Irán paseando tranquilamente hasta que, de pronto, un peligro les hará esconderse en su caparazón, por lo que deberán tensionar al máximo su cuello encogiéndose de hombros. podemos repetirlo dos o tres veces, pero cuando dejemos de hacerlo tendrán las cervicales mucho más relajadas. Lo mismo haremos con un mono que estruja una papaya con sus manos; con un halcón que agarra un pez con sus dedos de los pies; con un oso que hincha la barriga para respirar; y con un conejo que arruga la nariz y los morros porque viene un poco de polvo. El resultado será un estado de casi total relajación muscular en las partes del cuerpo que puede tener una mayor tensión.
Una vez alcanzada esa etapa debemos transportarles a algún lugar donde puedan calmar también su mente, como la clásica playa de olas tranquilas. Nuestro tono de voz y los silencios ayudarán en ello. Más vale decir pocas cosas y dejar que ellos imaginen dónde están que dar demasiadas instrucciones y romper el momento.